Sé que para ti tendrá sentido, como lo tiene para mí.
La historia de amor empezó con 'I want you'. Todo parecía perfecto, como si no existieran el humo, las anfetaminas y las perlas. Solos, ella y él. Desgraciadamente, su mundo -el de él- era incompatible con su vida -la de ella-. Los viajes y las infidelidades acabaron por matar aquella relación, y todo terminó con 'Simple twist of fate'.
Hablo de la preciosa historia de amor y ruptura que protagonizan Heath Ledger y Charlotte Gainsbourg en
I'm not there, la bizarra biografía de Bob Dylan que Todd Haynes filmó y jamás se estrenó en
el tercer mundo. Por suerte, Internet nos hará libres.
El sol derretirá tus alas si pretendes llegar hasta el reino de Apolo, pero habrá merecido la pena. Eso puede decirse de
I'm not there, que se pierde y se encuentra un millón de veces, y pierde el pulso otros millón más, y vuela y cae y no deja de ser fascinante, ambiciosa, compleja, creativa y brillante, que es todo lo que se debe ser si se pretende reflejar las muchas vidas de
Bob Dylan.
Woody/ Marcus Carl Flanklin es un trotamundos de 11 años en constante huída, que se reinventa con cada mentira que cuenta a los que quieren saber de su vida. El joven foragido se convierte en
Jack/ Christian Bale, el instenso cantautor que revoluciona la escena folk de Greenwich Village (Nueva York). Rebelándose contra el sistema que intenta fagocitarlo, el cantautor se convierte en estrella del rock. Así nace
Jude/ Cate Blanchett, que es Judas y Dios a la vez, como lo es el rock and roll. Está en la cima, pero cae. Muere en un accidente de motocicleta, o más bien renace. Eso intenta explicarnos
Arthur/ Ben Wishaw, que declara ante la justicia por los actos de sus muchas personalidades. Tras el accidente, Jude se rompe en muchos pedazos. Uno sería
Robbie/ Heath Ledger, el artista que intenta cargar con el mundo en sus hombros mientras que su vida privada se desmorona. Otro sería
John/ Christian Bale, el cantautor cuyos sueños se han roto en mil pedazos y, derrotado, entrega su vida al Señor. El último fragmento sería
Billy/ Richard Gere, el vagabundo envejecido que busca reconciliarse con su propia esencia, con aquel pillo embustero. Todos ellos son Bob Dylan.
Magnífica la manera en que Haynes rompe en siete pedazos el estilo narrativo y la fotografía de
I'm not there. La vida de Jude, el Dylan eléctrico, es un delirio sesentero que debe todo a Andy Warhol y al Fellini de
Ocho y medio, sin olvidar el documental
Don't look back de D. A. Pennebaker y un guiño a
A hard day's night de Richard Lester. Como contraste, la historia de Robbie y Claire (
Renaldo y Clara, Dylan y Sarah) parece uno de esos dramas domésticos de los 70, al estilo de
Kramer contra Kramer o
Gente corriente. Aquí y allá, Haynes regala detalles de pureza que te obligan a reprimir un aplauso.
Los planos que acompañan a 'I want you' componen el vídeo-clip que siempre mereció una de las más bonitas y entusiastas canciones de amor de Dylan.
Un fotógrafo. Un historiador. Un psicoanalista. Un pintor abstracto. Todos ellos son Todd Haynes, y el tiempo juzgará
I'm not there y la declarará, ya lo verás, la más ambiciosa biografía jamás rodada.
Quienquiera que sea ese Bob Dylan.