Finalmente, ayer conseguí ver
American Gangster. Cada vez tengo menos poder de convocatoria a la hora de arrastrar a alguien al cine, y como no concibo una película sin la tertulia posterior, habitualmente tengo que esperar semanas para ver la que quiero, y en muchas ocasiones tengo que resignarme al bien triste Home Cinema. Pero ayer no. Ayer hubo cine de verdad.
La última película de Ridley Scott es demasiado larga, de ritmo lento y narra con torpeza la subtrama protagonizada por Russell Crowe (funcional como Richie Roberts, el último poli honesto de Nueva York). Hasta aquí lo malo. Lo no-muy-bueno sería una cierta falta de estilo, que lleva a Scott a parecer por momentos un Martin Scorsese dirigiendo
El Padrino, un Francis Ford Coppola dirigiendo
Casino. Salvando todas, todas las distancias.
Lo bueno:
American Gangster mola. Mola mucho. Así de irracional y simple y, sin embargo, quien la haya visto me dará la razón. Serán los aires setenteros, el toque elegante y funk, este cine negro tan... negro. Y tiene, claro, eso que logran las grandes películas de mafiosos: quieres ser uno de ellos. ¿Quién va a elegir el lado de la ley, el sueldo precario, el fofo piesplanos engullendo donuts? No. Tras ver American
Gangster, venderías a tu madre por ser el chófer de Frank Lucas. Y así llegamos a lo mejor.
Lo mejor: Denzel Washington como Frank Lucas. Lo consigue. Es grande. Es el padrino. El padrino del soul.

PD: Volviendo al primer párrafo, dudo mucho que encuentre compañía para ver
Viaje a Darjeeling, pero dejo aquí constancia de que me interesa verla. Ay, qué larga, qué dura la búsqueda del alma gemela cinematográfica...